martes, 29 de enero de 2013



Proyecto de Enero: El Fin del Mundo Frustrado

1. El relato de este mes tiene una temática muy particular y un punto de vista muy concreto. Se trata de hacer un texto basado en el Fin del Mundo, pero no en el hecho en sí sino en ese Fin del Mundo que nos dejó con un palmo de narices y que nunca sucedió. La forma y el tono con los que representar esa idea queda en vuestras manos. 

 

 

Título: El masaje

—¡Pues no me llamará!... la muy cabrona! —Intentaba reprimirse para que no se le cayeran las lágrimas, se decía: «los hombres no lloran», pero no podía parar…, le temblaban los labios, y la rabia comenzó a brotarle desde dentro, y cada vez se hacía más grande, hasta que rompió a llorar.
Estaba solo, tumbado encima de la cama, en pijama, con la almohada entre los brazos. En la papelera había un montón de servilletas de papel usadas, de  limpiarse las lágrimas… ¡¡¡ y los mocos!!!
Cuando se tranquilizó, aún con hipo, comenzó a acordarse de lo buena que estaba su novia, de su espalda, y de la excusa de la contractura, —¡¡¡Hum!!!. Había comprado un aceite especial con olor a rosa, para darla masajes por todo el cuerpo, incluso estuvo buscando libros sobre masajes para aprender a darlos, en la espalda, la nuca y hasta otro de cómo hacer diabluras con los dedos, éste era demasiado atrevido.
Cuando a María, su novia, le dolía la espalda de trabajar en la oficina y llegaba a casa destrozada  intentaba darla un buen masaje. Siempre le gustaba comenzar por la espalda, así aprovechaba para acariciarla. Después bajaba por las piernas hasta los tobillos, embriagándose, para luego ir subiendo muy despacito, entreteniéndose en sus piernas…  Pero lo que no sabía María era que lo único que estaba deseando decirle con locura era: «date la vuelta». Entonces empezaba el delirio.
Se removía en la cama, no hacía otra cosa que dar vueltas,  estrujando desesperadamente la almohada.
Recordó que faltaba muy poco para las Navidades y que, el día de fin  de Año, irían después de tomar las uvas a casa de Mario. Aún no había comprado los regalos y a María quería regalarle algo muy especial. Había visto tiempo atrás un collar divino, con una sola perla rosa muy grande, que le enamoró. Ya llevaba varios meses ahorrando para poder comprárselo.
Era imposible estar tranquilo en la cama, constantemente se repetía:
—¡No puede ser! — repetía una y otra vez—. ¡Ha quedado en llamarme el sábado! ¡La voy a perder!
»¡Ha quedado en llamarme el sábado 22! Y mañana es viernes 21…
»!!!ES EL FIN DEL MUNDO!!!
 

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