martes, 3 de septiembre de 2013

Encuentro en Molin Rouge





— ¡Pues me voy! que se ha creído que me va hacer esperar toda la tarde  -mira un poco enojada el reloj-  son ya las cinco y media y aún no ha llegado. 

María, está estudiando en Paris filosofía, el viernes pasado en la fiesta que dio Pierre unos de sus invitados era un amigo suyo que acababa de venir de Venecia, Flavio.  Desde que Pierre se lo presento le  gusto, el chico prometía, con unos ojos color topo preciosos y un buen culito, era alto y fuerte, cuando se pusieron a charlar la cautivo su forma de mirarla, se encontraba muy  a gusto hablando  y por eso cuando la pidió volver a verla puso pocos inconvenientes, y como conocía poco Paris quedaron en la puerta del Molino Rojo. 

Se estaba poniendo nerviosa. Se había puesto el vestido azul que tanto la favorecía, con  escote por la espalda, y corto que con los zapatos de tacón la hacían las piernas muy largas.



—Voy a llegar tarde, esto de no saber bien las calles es doloroso. Me había creído que estaría cerca pero son ya las cinco y media y me faltan cinco minutos aún por llegar, ¿Me estará esperando?  Si no llega a ser por la florista, que se ha enrollado conmigo ya estaría allí.

Esto se estaba diciendo Flavio, andando muy deprisa y con un ramo de flores en la mano, todo rosas rojas envueltas en papel transparente y con un lazo amarillo.  Como sorpresa final llevaba también una pulsera de fantasía, que pensaba dársela para seducirla. Se había puesto una camisa blanca, con pantalones azul marino. 

La vio de lejos y escondió el ramo para que no lo viera hasta que estuviera cerca.



— Mira ya viene, está buenísimo, —pensaba María,  mirando para otro lado como si no se diera cuenta. El ramo es precioso, ¿Sera tonto y ahora que hacemos con el ramo? ¿Pues vaya idea? pues me sigue gustando...

— ¡Hola, ya estoy aquí!  Me he liado con las calles ¿Llevas mucho tiempo esperando?
—Sí, un buen rato. —Exclamo María un poquito seria pero sonriendo con los ojos.
—Estas preciosa, toma. —y le da el ramo de flores—.
—Muchas gracias, —las huele- son preciosas, —exclama María y con movimiento rápido le da un beso en los labios, pillándole desprevenido.
—Gracias a ti, pero la próxima vez avisa y me preparo.

Ella le mira seductora, se ríe y comienza a andar dándole la espalda. — ¿A dónde vamos?. — le dice con una sonrisa—.
—Fabulosa, me perdería recorriéndola -dice Flavio-.
—Que dices, no te entiendo.
—Tu espalda, es preciosa. Si continúas así me volverás loco.

Tomaron un taxi y fueron a la Torre Eiffel y subieron hasta el piso 30, tenía una mesa reservada a nombre de Corleone. Se veía todo Paris. Entre las estrellas, las luces de los edificios y los coches, una noche maravillosa.

Estuvieron charlando y contándose que estaban estudiando en Paris. Se lo estaban pasando en grande.

—He reservado en el restaurante de la Torre una mesa para dos, ¿te apetece? y después he reservado unas entradas para ir al teatro ¿te gustaría ir?

—De acuerdo, me dejas sin palabras, no se lo esperaba. —pero la gusta mucho, sobre todo la sorpresa.

Terminaron y se fueron andando por las calles hasta llegar al teatro donde representaban la opera . Subieron al palco y nada más sentarse se quedó extasiada, y cuando se levantó el telón Flavio la cogió de la mano,  y así vieron la obra.

Cuando iban a salir del palco, sin mucha prisa, Flavio se la quedó mirando, la abrazo y suavemente la beso. 

Salieron e iban callados, el rodeándola con el brazo por la cintura, ella acurrucada en su abrazo dejándose llevar.

— ¿A dónde vamos? — le pregunto María.
—Me tienes suspirando por ti toda la noche, ¿Me dejas volverme loco contigo?.

Ella se acerca, le besa y dice en un susurro —Si—
— ¿Qué has dicho?
¡Que sí, bobo!.

Un abrazo a todos mis lectores.



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